Llamadme clásico, pero para mí un reloj hay que verlo, tocarlo, sentirlo. No hay render en alta definición que reemplace el peso en la muñeca, el juego de reflejos en la esfera o ese clic al ajustar la corona. Y por eso, cada vez que tengo la oportunidad, me planto en una feria relojería. Este año, Inhorgenta Múnich volvió a demostrar que no necesita el bombo mediático de Watches and Wonders para ser relevante. Ni mucho menos.
Porque, mientras Ginebra brilla con luces de alta relojería y mármol en los stands, Inhorgenta brilla con autenticidad, descubrimientos y marcas que aún tienen algo que decir. Este 2025, el salón fue una joya en bruto. Y sí, lo digo sin rodeos: nada que envidiar a Watches and Wonders.
Un ambiente sin circo, con relojes de verdad
Lo primero que notas en Inhorgenta es la falta de pretensiones. Aquí no hace falta hablar en susurros ni fingir que entiendes de tourbillons invisibles. Aquí los relojeros están presentes. Te atienden ellos mismos. Algunos aún con la tinta del último boceto en las manos. Es otro ritmo, otra vibra. Más real.
Balticus, Neckmarine, Shorokhoff… todos aportando su voz
Entre las marcas que destacaron, Balticus fue sin duda una de las estrellas. Su Stardust volvió a robar cámaras (y muñecas) con esa esfera que parece un cielo nocturno encapsulado. Pero más allá del modelo fetiche, lo que se respiraba era ambición bien dirigida: diseño atrevido, calidad de acabados y un pie firme en el segmento medio-alto.
Neckmarine también estuvo presente. Fiel a su estilo, la marca española trajo su universo deportivo y funcional, esta vez con una línea vintage que llamó la atención por su sencillez elegante. No es una marca que presuma, pero sí una que cumple. Y en una feria donde abundan los fuegos artificiales estéticos, la honestidad también tiene su público.
Alexander Shorokhoff, como siempre, no dejó indiferente a nadie. Sus esferas son puro arte en miniatura. Barrocas, coloridas, provocadoras. En un mundo dominado por el minimalismo escandinavo, él sigue pintando a lo Kandinsky en cada calibre. Y lo aplaudo.
Stamps, el lado divertido del tiempo
No todo fue solemnidad. Stamps trajo su colección modular y colorida que sigue desafiando lo que entendemos por “reloj tradicional”. Piezas cuadradas, gráficas, intercambiables. Relojes que se convierten en accesorios de identidad visual. La gente sonreía en su stand. Y eso, en una feria de relojes, no es tan común como debería.
Sternglas y la escuela del buen diseño alemán
Y sí, por supuesto, Sternglas también estuvo allí, demostrando por qué es una de las marcas alemanas con mejor proyección internacional. Su mezcla de Bauhaus moderno, precios contenidos y calidad tangible atrajo tanto a jóvenes compradores como a minoristas buscando algo distinto para sus vitrinas. Es una marca que ha entendido el presente, sin traicionar la herencia.
Un ecosistema vivo, no un teatro
Lo que más me gusta de Inhorgenta es la convivencia natural entre marcas pequeñas y grandes, entre relojería experimental y nombres consolidados. Aquí nadie se mira por encima del hombro. Puedes ver una pieza de 90 euros junto a otra de 9.000 y ambos expositores hablan el mismo idioma: pasión por los detalles, ganas de compartir su trabajo.
Hay también conferencias interesantes, charlas sobre sostenibilidad, fabricación local, distribución ética. Todo eso que en otras ferias se menciona para quedar bien, aquí se discute con gente que realmente lo aplica.
¿Y si Inhorgenta es el futuro?
Watches and Wonders es el Louvre. Inhorgenta es un estudio de arte donde todavía huele a óleo fresco. Ambas tienen su valor. Pero si lo que buscas es descubrir, tocar, hablar y entender hacia dónde va realmente la relojería contemporánea, Inhorgenta te lo pone en bandeja. Sin artificios. Sin corbata. Con pasión.
Porque a veces, lo más valioso no es la vitrina de zafiro, sino la conversación sincera con quien ajustó ese bisel con sus propias manos.
